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El Domingo de Ramos conmemora la entrada de Cristo en Jerusalén (21:1-9), cuando se colocaron ramas de palma en su camino, antes de su arresto el Jueves Santo y su crucifixión el Viernes Santo. Marca así el comienzo de la Semana Santa, la última semana de la Cuaresma.
En la tradición cristiana, los ramos de palma representan el símbolo de la renovación de la fe en Dios, así como de la vida y resurrección de Cristo.
Un punto en que sí que coinciden los cuatro es en señalar la alegría con que Jesús fue recibido. Explican que las multitudes, entusiasmadas, le dieron la bienvenida blandiendo ramas de laurel, de olivo y también hojas de palma, tres plantas muy habituales en Jerusalén. Y, para recordar esta escena, el día de Ramos los feligreses llevan palmas, palmones y ramas de laurel que son bendecidas durante la misa donde se lee esta parte del evangelio. En algunos hogares todavía es tradición colgar la palma bendecida en el balcón y dejarla todo el año, porque se cree que otorga protección y buena suerte.
Las escrituras explican que Jesús venía de la población de Betania montado en un asno y llegó a Jerusalén en plena Péssah, la pascua judía. Es una de las fiestas más señaladas del calendario hebreo. Tiene siete días de duración y recuerda el éxodo de los judíos de Egipto el año 1250 a. C. Pero este recibimiento tan triunfal no gustó a las autoridades y añadió todavía más tensión entre Jesucristo y el poder establecido. Una tensión que desembocó en su muerte por crucifixión pocos días más tarde.
Iglesia Episcopal San Isidro Santa Cruz Arriba
Editor: Ariel Varela
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